jueves, 5 de abril de 2012

EPÍLOGO



Terminada la noche de carnaval, tomó su navaja y comenzó a hacerse una incisión a lo largo de los óvalos…


Este micro fue seleccionado y ahora participa en el concurso de marzo en la Marina de Ficticia. En donde el tema del mes fue: Carnavales.

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viernes, 16 de marzo de 2012

SIRVIENTES DE DIOS

Habían cruzado la frontera del ciberespacio. Un mundo increíble, pisado por muy pocas personas, se abría ante sus ojos. Hubo un mareo, una leve pérdida de la razón. Cuando la recobraron, se hallaban frente a Dios. Con sus múltiples tentáculos, los tomó al unísono por la cabeza y en vilo los alzó. Les propinó un par de cachetadas y dijo: “¡mira nada más! ¡Otro grupo de Nerds que atraviesa la frontera! Bien, pueden entrar, el arcángel Gabriel los guiará”. Otro ser pulposo, aunque menos grotesco, apareció de la nada. Sus ventosas los jalaron del pecho y los arrojó dentro de una jaula. Allí, cinco mesas, cada una con un monitor y un teclado los esperaban. “¡Está bien, sigan creando mundos!”, dijo el arcángel, y se fue. Los Nerds lanzaron una carcajada, y comenzaron a teclear.

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lunes, 27 de febrero de 2012

EL SUEÑO


Ella soñó con destrucción: la garra de Dios había caído sobre una ciudad; no sabía cuál. Era una ciudad de edificios templarios y torres de cristal y gusanos de acero que se deslizaban bajo la tierra. Y la gente corría al sentir unos dedos de fuego sobre la cabeza y todo se consumía en cenizas… Al despertar, un aguijón de miedo y desilusión se le clavó hasta el tuétano: allí estaban las cuatro paredes ruinosas que tanto conocía. Nada había cambiado.


Imagen: Salvador Dalí (La tentación de San Antonio, 1946).

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martes, 14 de febrero de 2012

LA MUERTE DEL DINOSAURIO

El dinosaurio había muerto, cuando despertó. Del suelo recogió miles de hojas con garabatos desperdigadas aquí y allá. Las arrojó al resto del fuego que quedaba y que había hecho de barricada en contra del dinosaurio. Comenzó a andar en medio del calor del Cretácico, satisfecho de dejar atrás una historia infinita.

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lunes, 9 de enero de 2012

LA BOLITA DE HIDRA


Hecho bolita esperaba detrás de la cortina. Sólo tenía dos opciones: perecer de inanición; pues desde que la esfera lo había botado allí pasaron treinta días, o jalar el trapo y hacerse visible de una vez, pedir algo de comer, ropa para vestirse y contar las increíbles aventuras vividas en Hidra. Pero sabedor de la naturaleza de los terrícolas (él ya se consideraba hidrano), caviló un rato más sobre los inconvenientes de mostrarse al mundo así. En eso estaba, cuando una mano corrió la cortina: lo último que vio fue una suela de zapato.

Este relato obtuvo mención en el concurso de octubre del año pasado en Las historias. En donde se debería escribir un micro a raíz de la imagen que acompaña a esta entrada.

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sábado, 31 de diciembre de 2011

UN ROBOT INEPTO QUE NO PODÍA CUMPLIR CABALMENTE LAS LEYES ROBÓTICAS, CADA MAÑANA VACIABA SU MEMORIA ROM E INICIABA UNA NUEVA VIDA (II)

Las tres leyes de la robótica dictadas por Isaac Asimov:
1. Un robot no puede hacer daño a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño.
2. Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos, excepto si estas órdenes entrasen en conflicto con la Primera Ley.
3. Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la Primera o la Segunda Ley.


El robot, como era costumbre, al despertar borró su memoria. No sabía que era víspera de navidad, y mientras caminaba por la noche, sus sentidos se embotaron con tanta luz artificial y relampagueante. Tampoco entendía el porqué de esos extraños atuendos: hombres gordos de barba blanca prominente vestidos de rojo que tocaban una campana y sonreían como lelos. Y aquellos renos que le parecían como petrificados o embalsamados. El robot, pues, iba desconcertado. En eso, pasó junto a un grupo de seres andrajosos y malolientes que pedían, por caridad, unas monedas para su cena de navidad. El robot se detuvo, y con ojo meticuloso los observó un buen rato. Los seres andrajosos lo veían con una gran sonrisa, las pupilas dilatadas y la mano extendida. El robot recordó la primera ley robótica: un robot no pude hacer daño a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño. Algo curioso para ojos extraños: el robot sacó una Glock 9 milímetros, y dio muerte a esos guiñapos humanos que, a su parecer, tanto daño sufrían.

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martes, 20 de diciembre de 2011

UN ROBOT INEPTO QUE NO PODÍA CUMPLIR CABALMENTE LAS LEYES ROBÓTICAS, CADA MAÑANA VACIABA SU MEMORIA ROM E INICIABA UNA NUEVA VIDA (I)


Las tres leyes de la robótica dictadas por Isaac Asimov:
1. Un robot no puede hacer daño a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño.
2. Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos, excepto si estas órdenes entrasen en conflicto con la Primera Ley.
3. Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la Primera o la Segunda Ley.

El robot, como era costumbre, al despertar borró su memoria. Echó algo de aceite en sus engranes y dejó el complejo de apartamentos para robots. Ya en la calle, se maravilló con todo lo que veía: un cielo azul, las ramitas de árboles juguetonas con el viento, mariposas de colores revoloteando a su alrededor, un niño jalando a su perrito que parecía una bola de felpa. El robot, pues, iba contento. De pronto, a la distancia, visualizó un puntito negro. Agudizó sus sentidos robóticos: una bala venía justo en su dirección. De inmediato recordó la tercera ley robótica: un robot debe proteger su propia existencia... De tal suerte, el robot se aventó pecho tierra sobre el asfalto. El proyectil pasó rasante sobre su cabeza; pero alcanzó al niño que jalaba a su perrito.

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lunes, 12 de diciembre de 2011

DE CÓMO UNA MASA AMORFA PUDO EXPRESARSE EN UNA CONVENCIÓN DE COSAS INVEROSIMILES…

Sólo por decir algo, levantó la mano: un sinnúmero de ojos se posaron en aquella masa gelatinosa con sólo un par de cuencas vacías en medio. Los ojos; ojos sin parpados, sin cara; sólo ojos, y nada más, observaban nerviosos preguntándose: qué dirá. Y más aún: cómo lo dirá. Entonces, la masa gelatinosa con sólo un par de cuencas vacías en medio y la mano arriba alzó la voz. Y su voz era una explosión; así que explotó, y los rumores que lanzó se estamparon sobre los ojos sin parpados y sin cara y los dejó ciegos…

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