Las tres leyes de la robótica dictadas por Isaac Asimov:
1. Un robot no puede hacer daño a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño.
2. Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos, excepto si estas órdenes entrasen en conflicto con la Primera Ley.
3. Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la Primera o la Segunda Ley.
El robot, como era costumbre, al despertar borró su memoria. No sabía que era víspera de navidad, y mientras caminaba por la noche, sus sentidos se embotaron con tanta luz artificial y relampagueante. Tampoco entendía el porqué de esos extraños atuendos: hombres gordos de barba blanca prominente vestidos de rojo que tocaban una campana y sonreían como lelos. Y aquellos renos que le parecían como petrificados o embalsamados. El robot, pues, iba desconcertado. En eso, pasó junto a un grupo de seres andrajosos y malolientes que pedían, por caridad, unas monedas para su cena de navidad. El robot se detuvo, y con ojo meticuloso los observó un buen rato. Los seres andrajosos lo veían con una gran sonrisa, las pupilas dilatadas y la mano extendida. El robot recordó la primera ley robótica: un robot no pude hacer daño a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño. Algo curioso para ojos extraños: el robot sacó una Glock 9 milímetros, y dio muerte a esos guiñapos humanos que, a su parecer, tanto daño sufrían.
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