viernes, 16 de marzo de 2012

SIRVIENTES DE DIOS

Habían cruzado la frontera del ciberespacio. Un mundo increíble, pisado por muy pocas personas, se abría ante sus ojos. Hubo un mareo, una leve pérdida de la razón. Cuando la recobraron, se hallaban frente a Dios. Con sus múltiples tentáculos, los tomó al unísono por la cabeza y en vilo los alzó. Les propinó un par de cachetadas y dijo: “¡mira nada más! ¡Otro grupo de Nerds que atraviesa la frontera! Bien, pueden entrar, el arcángel Gabriel los guiará”. Otro ser pulposo, aunque menos grotesco, apareció de la nada. Sus ventosas los jalaron del pecho y los arrojó dentro de una jaula. Allí, cinco mesas, cada una con un monitor y un teclado los esperaban. “¡Está bien, sigan creando mundos!”, dijo el arcángel, y se fue. Los Nerds lanzaron una carcajada, y comenzaron a teclear.

5 comentarios:

Pedro Sánchez Negreira dijo...

No te engañaré, Javier, este micro me deja una sensación extraña. El coctel cibernético-teológico me deja un gusto extraño.

No pongo en duda, en ningún momento, la calidad literaria del micro. Se aprecia claramente la transgresión de formas, el caracter proteico, y el desarrollo estricto de la trama.

Es la historia la que a mí no acaba de hacerme click.

Un abrazo,

LaLa dijo...

En la otra vida quiero ser hacker! Me gusta la mezcla de todo, por algo es ciencia ficción.
Saludos!

josé manuel ortiz soto dijo...

Javier, muy buena. Así quién se va a condenar.

Mándame tus datos para la antología virtual.

Saludos.

Melvin Rodríguez Rodríguez dijo...

Me pareció muy inquietante que Dios estuviera en el ciberespacio. Es una frontera muy interesante, deberías explorarla en un cuento más largo o en una novela.

Javier Ortiz dijo...

Pedro, tus comentarios me han parecido muy ecuánimes. Tanto en lo que se refiere a tu percepción personal como al análisis literario del texto. Te agradezco.

LaLa, pensándolo bien, creo que a mi también me gustaría ser Hacker en la otra vida. Y que bueno saber que te haya gustado la mezcla de todo.

josé, si, así no habría condena: seguir haciendo lo que a uno le gusta en el otro mundo.

Melvin, me agrada tu percepción. Y me diste la idea de continuar este micro en un cuento más largo, pero en una novela, ahí si no me aventuro (no es mi vena por el momento).