lunes, 31 de agosto de 2009

ANGUSTIA


Ayer por la noche quise soñar; no pude. Mientras me retorcía de un lado para el otro sobre el colchón meditaba qué hacer contigo… Comencé a dormitar… De pronto sentí toneladas sobre mi cuerpo; estaba tieso; no podía moverme. Frente a mi angustia sólo atiné hacer una cosa: orar, pedir plegarias a un Dios que sé ajeno a los que comparten mi naturaleza… Desde la posición en que me hallaba pude ver cada detalle del cuarto; cada mueble, cada objeto, cada ángulo se me revelaba como jamás lo había visto antes: los colores eran tan vividos, ¡más que reales!… Cuando abrí lo ojos de nuevo, cuando caí en la cuenta de que todo había sido una pesadilla, sentí un gran alivio. Lo primero que hice fue enderezarme, voltear y verte: ahí tendida, parecías dormir placidamente, lucias hermosa, ajena a mis ansiedades, a todos mis temores… Me puse en pie, encendí un cigarrillo, miré por la ventana. A esa hora el tráfico sobre la avenida comenzaba a ronronear; la cuidad estaba despertando. Volteé otra vez a verte y me pregunté cuál sería la forma más adecuada de deshacerme de ti, de regresarte de nuevo al panteón…

4 comentarios:

Víctor dijo...

Éste no lo acabé de pillar, Javier, pero me gustó la intensidad de la narración, atrapante, con frases muy certeras (como la del Dios ajeno), con...

Te sigo leyendo. Saludos lelos!!!

Javier Ortiz dijo...

Víctor: quizás sea una narración un poco intrincada; no lo sé… en fin. ¡Saludos!

Nancy dijo...

Uno siempre interpreta a partir de su propia experiencia. Yo perdí a alguien hace muchos años y a veces me encuentro envuelta en la duda de cuándo devolverlo al panteón.
Un apapacho para ti.

Javier Ortiz dijo...

Nancy: estoy totalmente de acuerdo contigo. A veces es muy difícil deshacerse de un ser querido.

Nuevamente: gracias por el comentario. Saludos.